jueves, 16 de septiembre de 2010

EL CAPÍTULO DEL ADORADOR SATÁNICO

A estas alturas, las tres o cuatro personas que leéis mi blog ya sabréis que trabajo de promotora, y que antes trabajé como comercial de una conocida marca de telefonía, televisión e internet a puerta fría, o sea, tocando puertas para vender. Pues bien, los azares del destino me llevaron con esa empresa a conocer lugares inhóspitos y del todo desconocidos para el ser humano, y lugares donde nadie se atrevería a entrar por el alto nivel de delincuencia que había en ellos.

Hoy no me apetece reflexionar sobre la naturaleza humana ni hablar de mi actual trabajo, hoy me apetece recordar...
Recordar...
Sí, recordar. Recordar cómo llegué al mundo de las ventas y las cosas que me han ocurrido vendiendo, o como yo digo, ofreciendo al cliente lo que necesita.

Me acuerdo de que fue en un pueblo de la capital donde nací, era un día soleado y caluroso de un mes de Junio, si no me equivoco. Ibamos unos 10 compañeros y yo para cubrir la zona que nuestra Jefa de Equipo nos había dado, con la premisa de que era una zona con muchas posibilidades de hacer contratos, así que teníamos muchas ganas de vender. Yo me fui con mi Coordinador y tres compañeros, y empecé a quemar mi zona.

Fué un día completito...
El comienzo fue muy animal. Nada más entrar al bloque de pisos, pulsé el botón del ascensor para subir hasta la última planta e ir bajando, y cuando el ascensor se paró en el bajo, abrí la puerta y vi un burro metido en él. Yo pensé, "¿qué diablos hace un burro metido en el ascensor?", pero como estaba donde estaba, le ví lógica, en un barrio donde había bañeras en la calle y muebles de cocina...
Bueno, esperé a que volviera a bajar mientras pensaba que ya no sabía si meterme allí dentro, con olor a burro impregnado en el elevador, pero me pudo más la desgana de subir 11 plantas, así que esperé. Cuando volvió a bajar, abrí de nuevo y me llevé una sorpresa muy grande cuando ví que lo que había dentro esta vez no era un burro, sino, unas pocas de gallinas y pollos y una oveja. Me quedé pensativa, ya no sabía si subir, así que al final, subí a pie.

Al llegar al último piso, descubrí de dónde salían tantos animales de granja, y es que en uno de los pisos que estaba abierto, unos chicos de unos 20 años tenían todo tipo de animales, no sé, lo tenían como establo, y lo descubrí cuando les pregunté:
"Hola, buenos días, tenéis internet en casa?"

"¿Qué es eso? Yo no tengo nada, pero si quieres te puedo vender dos pollos vivos y bien criaos por 4 euros. Si no los quieres matar tú, te los mato yo y te los llevas muertos. Que son de calidad, eh, a un tío de aquí abajo, le vendo gallinas y pollos cada dos días, pero él se los lleva vivos, serán que están mu güenos."

"No, gracias, la verdad es que no me gusta la carne de gallina, y además estoy trabajando. No queda bien que vaya ofreciendo este producto con una gallina muerta o viva en la mano..."

"No, mujé, la verdá es que no, pero mira, si quieres, yo te los voy matando y cuando te vayas a ir vienes y te los llevas, que los tengo muy baratos"

"Creo que no, no es buena idea, pero muchas gracias"
Y me fui de esa planta antes de que me hiciera entrar en el piso, sin llamar siquiera a las otras puertas.

No recuerdo en qué piso fué cuando me encontré otra sorpresa...Llamé a una puerta en la que no se oía nada, pues normalmente te das cuenta de cuándo no te quieren abrir porque escuchas murmullos detrás de la puerta o se nota que miran por la mirilla, pero allí no se oía nada de nada. Ya iba a irme cuando me abrió la puerta un señor todo vestido de negro con el pelo negro y muy largo del que me llamó la atención la túnica negra que vestía con el amuleto de oro que llevaba al cuello. Sin mediar palabra, me abrió y me hizo el gesto de que pasara, y eso hice. Tenía la casa toda oscura y con símbolos raros, iluminada muy pobremente con tres o cuatro velas, y un foco muy débil. Yo creía que estaba en un capítulo de esos de series de policías, pues en el suelo había un símbolo que en las películas es como del Diablo.

"Pasa, esta es tu primera vez, ¿no?. Pues has venido al lugar indicado, soy XXX, el mayor sacerdote de Belcebú. Si estás preparada, empezaremos la sesión. Deja tus cosas en la silla."
 No supe qué hacer, era la primera vez que me pasaba algo así, y le hice caso. Estaba a punto de participar en un rito satánico, y pensé "madre de Dios, ¿dónde me he metido?" Mientras él seguía cogiendo amuletos y reliquias raras y objetos extraños, yo le miraba asombrada y sin saber qué hacer, y lo peor es que no me salían las palabras, ¿cómo iba a participar en algo así, con atrezzo y todo, si en el colegio y en el instituto no había querido hacer ouija con mis compañeros? Tenía que hacer algo pero ya, pero, ¿el qué?

El señor diabólico puso cánticos, digo yo que para crear ambiente, y me pidió que me sentara.

"Antes de nada, ¿quieres preguntarme algo?Cuando entremos en contacto con El Señor Maligno, me poseerá y sólo seré un transmisor de sus palabras, no seré yo y no te podré contestar a nada, solo lo que Él quiera" Ahí ví mi oportunidad.

"Bueno, sí, yo quería saber si tiene internet en casa". Me miró extrañado, y le ví un gesto de contrariedad. "Sí, es que yo estoy trabajando como comercial ofreciendo productos de telefonía, televisión por cable e internet, y tengo muy buenas ofertas, pero discúlpeme, no vengo a ninguna sesión." No estaba muy segura de cómo iba a reaccionar aquél hombre, porque según lo que sale en las pelis, no se las gastan muy bien, pero su reacción creo que me sorprendiò a mí más que a él.

"Ah, perdona, pero estaba trabajando. Estaba esperando a un cliente y creía que eras tú. ¿Internet?, sí, sí que tengo, pero no me gusta porque va muy lento, cuéntame, ¿traes algo interesante?"

¿Cómo me iba a imaginar yo el giro que dio la situación? De ser un tipo super siniestro pasó a ser alguien super amable que me ofreció un refresco de cola y me hizo un contrato de televisión por cable e internet.
Despues de eso lo ví varias veces por el mismo pueblo, vestido de paisano, y siempre me saludaba.

Las cosas no siempre son lo que parecen.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

MIS FUNCIONES(MANIFIESTO PRO COMERCIAL)

Bueno, finalmente estaba allí.
Ante mí se abría un nuevo mundo que descubrir, un mundo lleno de clientes que te hacen la vida imposible con preguntas, preguntas y preguntas: "pero, ¿cuál es mejor?", "¿este tiene bluetooth?, es que yo, si no tiene bluetooth no lo quiero", "no, no, Mari, te digo yo, que entiendo de esto, que este es mejor que el blanco, no le hagas caso."

Mi labor es aconsejar al cliente, ofrecerle la mejor opción para cubrir sus necesidades, puesto que, como todos sabemos, la necesidad de comunicarse siempre ha sido y es y será, valga la redundancia, necesaria e inherente al ser humano, y de paso, captar adeptos para que podamos dominar el mundo.

Pues bien, tomé posesión de mi stand, guardé en mi cajón todas mis notas junto a mi libreta, pues quería apuntar todo lo que pudiese aprender ese día de mi compañera, que estaba más experimentada en estas lides, y me dispuse a echarle un vistazo a mi programa de gestión. Si os digo la verdad, estaba más perdida que los protagonistas de Lost, no tenía ni idea de cómo usarlo, así que me puse a investigarlo. Conseguí averiguar cómo hacer algunos trámites, pero claro, la incógnita y el misterio estaban asegurados: ¿qué vendrá tras esa pantalla?, no podía saberlo hasta que no pudiera meter algunos datos con los que me permitiera continuar...

Aún así, sabiendo que era joven aunque sobradamente preparada (¿recordais aquél anuncio que se emitía hace ya algunos años con el mismo lema?) me dispuse a atender al primer cliente que se me acercó al stand.
No soy capaz de expresar con palabras lo que sentí en aquel momento, fue una mezcla de emociones, miedo y a la vez una excitación tremenda, fue el querer contarle en un minuto ofertas que ni siquiera conocía... y cuando cerré la venta, Diós mío, fue una sensación de victoria, de triunfo, de estar sentada en la cima del mundo y no importarme nada más; había cerrado mi primera venta, y el cliente se había ido muy satisfecho con la atención que había recibido... Si Dios existe, tiene que ser comercial.

Mi labor, la labor de cientos de compañeros y compañeras, la que desempeña un comercial, está muy infravalorada pese a ser fundamental en esta sociedad en la que vivimos. En un entorno hostil hacia nosotros en el que se nos insulta y se nos chulea porque se piensa que somos unos mentirosos y que solamente nos interesa vender, vender y vender sin importarnos la calidad de lo que ofertamos, hay individuos que se dedican a pegar patadas a nuestros stand y decir cosas feas. Tenemos que soportar actitudes y preguntas del todo estúpidas y ridículas, y sobre todo, típicas de mercadillo.

"A mí me gusta este, que tiene de todo, pero yo no quiero pagar nada, me lo tienes que regalar porque llevo mucho tiempo con vosotros y me gasto una pasta todos los meses, a ver si te comportas, ¿eh?"

"Por supuesto que puedo ofrecerle algo muy competitivo y de muy buena calidad, aunque no es el modelo concreto que usted me dice, puesto que ese tendría que pagarlo a ¿? euros, pero, como le digo, este tiene prácticamente las mismas características y no le cuesta nada"

"Pero vamos a ver, niña, ¿no te he dicho que no quiero pagar nada y que quiero éste? No quiero otro, y ya te he dicho que pago mucho al mes, a ver si te vas a creer que me puedes tomar el pelo..."

Ante clientes así nada se puede hacer, solo agachar la cabeza y decir "sí, bwana", puesto que son de los que por estornudar ya te amenazan con poner una reclamación. Yo, mejor que seguir la discusión y no llegar a ningún lado, opto por darles la razón, decirles que yo solo cumplo con mi obligación y remitirlos a la carnicería- charcutería más cercana para que le regalen el producto que piden con un cuarto de chopped o de chorizo, o bien decirles que estoy trabajando y que no traten de tomarme el pelo, eso sí, con educación.

La educación es fundamental en nuestro oficio, hay que saber cómo capear el temporal cuando alguien viene enojado porque le han cobrado de más o por cualquier otro motivo. Si eres capaz de explicarle al cliente que no es culpa tuya y que no puedes hacer nada allí en el momento que el cliente está rojo de ira y con la vena del cuello a punto de explotarle, puedo asegurarte que ese cliente te mandará una felicitación por Navidad.

En pocas palabras, ser comercial no es solo vender.

martes, 14 de septiembre de 2010

TODO COMENZÓ UN BUEN DÍA...

Todo comenzó un buen día...
La historia que os narro es tan cierta como que yo soy promotora en un centro comercial de mi ciudad natal.

Como digo, todo comenzó un buen día en el que fui a una entrevista de trabajo. Allí me dijeron que buscaban una promotora agresiva en la venta para una importante firma nacional en un stand de un centro comercial,y que yo, al venir de la venta directa (o sea, ir llamando de puerta en puerta para vender productos del mismo sector) y presuponerme un saber hacer con los clientes que luego han comprobado que tengo al ser la promotora de mi zona que el pasado mes de Julio pasó con mejor nota la prueba que nos ponen mensualmente y luego se remunera de forma interesante y gratificante para nosotras, encajaba perfectamente en el perfil que buscaban, aunque tenían otras entrevista, y que a priori, yo era la mejor candidata. Por mi parte, les dije que sí que soy bastante agresiva en la venta, que le echaba muchas ganas y que me encanta ser comercial y tratar con los clientes.
Les expliqué un poco, con detalle, para qué empresas había trabajado anteriormente y el puesto- función que había desempeñado y cuál había sido mi experiencia. Me chocó la pregunta de "¿qué ha sido lo más raro que te ha pasado en la puerta fría?", a lo que yo les narré mi experiencia con el adorador satánico que me encontré no recuerdo dónde, pues con la empresa que trabajaba antes he recorrido medio mundo, he llegado a ir incluso a pueblos perdidos que nadie conoce, pero el capítulo satánico lo dejaremos para otra ocasión.

A las pocas semanas me llamaron de mi actual empresa diciéndome que había conseguido el puesto y que enhorabuena, a lo que yo, amablemente, les dí las gracias y pensé "bueno, no va a ser el trabajo de mi vida, pero al menos, engaño un poco a la crisis." La crisis. Ese ente extraño que a algunos les hace tanto daño y a otros tan poco...
Al poco tiempo, me llamó el que hoy sigue siendo mi jefe para decirme que necesitaba un curso de formación, y que allí me dirían quién es el cliente para el que trabajaría.

Tras realizar un magnifico, pero breve, (unas 3 horas) curso de formación en el que me dieron a conocer el producto que yo iba a vender, ya que según mi jefe "conocer el producto que vas a vender es fundamental para el éxito de la empresa", y hacerme un lío tremendo con tantísima oferta de sopetón (memorizar un montón de ofertas y productos sin tratarlos, al tiempo que intentas más o menos hacerte con un programa de gestión que nunca has visto y que no verás hasta que empieces a trabajar, es un poco complicado) me dieron el uniforme y a los tres días me soltaron en un lugar que para mí era muy misterioso al principio, La Gran Superficie.

LA GRAN SUPERFICIE

Sí. Así es.
Llegó el gran día.
Recuerdo que no pude dormir la noche anterior de los nervios que tenía, despues de todo, iba a volver a trabajar despues de estar mucho tiempo en la mayor empresa de España, el INEM.
Tambien me acuerdo, Dios, qué lejano me parece todo aquello...,  tambien recuerdo que los tres días anteriores a empezar a trabajar estudiaba y estudiaba para conocer al dedillo mi producto, para dejar a todos impresionados con mi buen hacer...
Llegó el gran día...
Era una niña con zapatos nuevos... tenía que entrar por la puerta de personal, poner la huella y hasta tenía una taquilla donde guardar todos mis efectos personales, pero cuando más importante me sentí (y más orgullosa) fue cuando el responsable de Recursos Humanos me dio la llave de un reino al que no todos pueden acceder: la llave para entrar a la tienda por la puerta por la que nadie puede entrar, salvo los elegidos como yo.

Pasé la llave para desactivar la alarma y lenta, nerviosa pero con mucha emoción empujé la puerta y salí al mundo donde yo era parte principal, La Gran Superficie.

La Gran Superficie es el lugar más maravilloso al que se puede llegar, lleno de personas que se preocupan por el bienestar de quienes lo visitan, personas que se apresuran a ver qué estás mirando para facilitarte la elección del producto que te llevas a casa. Llena de luces, imágenes y música, se abre ante tí, se rinde ante el visitante de manera que el huésped se siente inexorablemente arrastrado hacia un mundo maravilloso y extraño de compras, compras y devoluciones imposibles. Lleno de seres que tratan de convencerte para que hagas de aquel lugar tu morada, aunque tardes un poco, al final te sientes como en casa, y cuando te marchas, unas amables muchachas te dan un papel para que sepan que has estado allí por unas pocas monedas.

Puedo aseguraros que es el verdadero paraíso del que hablaba Milton para todo aquel interesado por las nuevas tecnologías: ordenadores, televisores, batidoras, depiladoras, aires acondicionados... Si existe Dios, estoy segura de que vive en la primera planta de La Gran Superficie...

Y fue allí donde me instalé.